La Guerra De Guerrillas
Sin un ejército digno de ese nombre con el que combatir a los franceses, los españoles de las zonas ocupadas inventan un sistema nuevo para luchar: la guerra de guerrillas, como único modo de desgastar y estorbar el esfuerzo de guerra francés. Se trata de grupos de poca gente, conocedores del terreno que pisan, que hostigan con rápidos golpes de mano a las tropas enemigas, para disolverse inmediatamente y desaparecer en los montes.
Como consecuencia de estas tácticas, el dominio francés no pasa de las ciudades, quedando el campo bajo el control de las partidas guerrilleras de líderes como Espoz y Mina, Jerónimo Merino, Julián Sánchez, «el Charro«, o Juan Martín «el Empecinado«. El propio Napoleón reconoce esta inestabilidad cuando, en contra de los deseos de su hermano, teórico rey de España, pone bajo gobierno militar (francés) los territorios desde la margen izquierda del Ebro, en una suerte de nueva marca hispánica.
La guerra en España tendrá importantes repercusiones en el esfuerzo de guerra de Napoleón. Un aparente paseo militar se había transformado en un atolladero que absorbía unos contingentes elevados, preciosos para su campaña contra Rusia. La situación era en cualquier caso, tan inestable, que cualquier retirada de tropas podía conducir al desastre, como efectivamente ocurrió en julio de 1812. En esta fecha, Wellington, al frente de un ejército angloportugués y operando desde Portugal, derrota a los franceses primero en Ciudad Rodrigo y luego en los Arapiles, expulsándoles del Oeste y amenazando Madrid: José Bonaparte se retira a Valencia. Si bien los franceses contraatacan y el rey puede entrar de nuevo en Madrid en noviembre, una nueva retirada de tropas por parte de Napoleón tras su catastrófica campaña de Rusia a comienzos de 1813 permite a las tropas aliadas expulsar ya definitivamente a José Bonaparte de Madrid y derrotar a los franceses en Vitoria y San Marcial, al tiempo que Napoleón se apresta a defender su frontera hasta poder negociar con Fernando VII una salida. A cambio de su neutralidad en lo que quedaba de guerra, aquél recupera su corona (comienzos de 1814) y pacta la paz con Francia, permitiendo así al emperador proteger su flanco sur. Ni los deseos de los españoles, verdaderos protagonistas de la liberación, ni los intereses de los afrancesados que habían seguido al exilio al rey José, son tenidos en cuenta.
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